Leyendo ayer en blog de Antonio Domingo su artículo sobre "Los paradigmas que no sabemos comprender", me ha hecho pensar sobre como ha cambiado la forma de contratar seguros en las últimas décadas.
Hace cuarenta años, en las pequeñas ciudades y pueblos, la gente confiaba para hacer sus seguros a la persona que los hacía, sin más. Solían ser personas con muchos conocidos por su profesión y con tiempo libre: un empleado de banca, un funcionario... Y cuando tenías que hacer un seguro, pues a Fulanito que lleva tal Compañía. Y ahí aguantaba toda la vida.
Veinte años después, con el aumento de la competencia, apertura de muchas oficinas de compañías, agentes y corredores, el consumidor se preocupó de quién le atendía mejor o quién más barato. Algunas veces hasta cambiaban de aseguradora.
Ahora, la competencia es tan brutal que son los distribuidores de seguros los que se encargan de buscar a sus clientes, de manera más o menos agresiva. El consumidor sólo tiene que esperar a ver que oferta le llega en el momento de su renovación, y se mueve para contratarlo. En la mayoría de ocasiones ya no se tiene en cuenta ni el prestigio del distribuidor de antaño, ni el trato que se obtiene a cambio. Simplemente impera el precio que te ofrecen (cuando no existe extorsión) y nos vale con ver la televisión para decidir. La publicidad va haciendo la mayor parte del trabajo.
En el futuro, el paso lógico, una vez asumida que la privacidad no tiene sentido y que las leyes de protección de datos no tengan la importancia de hoy, en nuestro facebook de turno figurarán los datos de nuestras pólizas y en el momento del vencimiento recibiremos 30 ofertas para elegir una con un solo botón ( "I like" ¿?), probablemente entonces ya hayamos olvidado totalmente el servicio, la profesionalidad, el prestigio... y decidamos simplemente por el color y el tipo de letra del contrato.
Como dice Antonio en su reflexión, "el mundo avanza y eso es maravilloso".
¿No?
¿Quo Vadis?
ResponderEliminar¿Cambios de paradigmas que pillan a los mediadores con el paso cambiado? ¿o acaso un interés más que obsceno por lograr un consumidor impotente ante el poder del dinero, escenario en el que el asesor molesta?
¿Quo Vadis?