Compartir es parte ya de nuestra cultura, la de unos pocos... seamos realistas. Pero las dudas empiezan cuando nos planteamos compartir con un igual, con alguien que es competencia directa. ¡Cómo voy a compartir mi información, mi conocimiento con la competencia!
Imagina que has encontrado una forma de actuar con tus clientes que por la circunstancia que sea gusta y hace que se te valore como profesional. Esta experiencia sólo la puedes ofrecer a unos miles de clientes. Pero sólo a los tuyos.
Imagina que esta forma de actuar, que funciona, la compartes con el resto de colegas, y que muchos mediadores la ponen en práctica; todos los clientes de los mediadores que usaran ese protocolo se sentirían felices y valorarían a los mediadores como profesionales. En el momento en que se den cuenta que el servicio es similar, satisfactorio, independientemente del profesional, el consumidor elegirá en base a su experiencia donde asegurar su patrimonio.
En breve la mediación, el conjunto, habría ganado en imagen, y los clientes asimilarían determinada calidad de servicio al canal. Y es muy probable que todos los mediadores ganaran clientes por el hecho de serlo. Esta teoría idílica es justamente la contraria a la que practicamos y nos ha llevado donde estamos.
¿Compartimos?
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