Ha llegado hasta mi PC varias noticias relacionadas con el fraude en esta semana. Revisando salen todas del artículo de Cinco Días del lunes, que habla del aumento de los fraudes detectados en los siniestros a las compañías de seguros.
Curioso que salga esta semana cuando la noticia, hasta yo, la había comentado hace cuatro meses...
Así que desde aquí no volveremos a comentar lo mismo, pero como el tema de hoy es aprovechar cosas del pasado, el asunto me ha recordado un fraude detectado hace decenas de años, y que probablemente alguno hayáis oído:
Me contaron la historia a principios de los noventa como cosa añeja y desde la compañía que tramitó el expediente hoy desaparecida, o mejor dicho fagocitada, y refagocitada. La cuestión es que una persona bien posicionada tiene algún problema económico, pero hace un seguro de accidentes por una cuantía importante para la época.
Nuestro amigo al poco se va de caza con su amigo el cirujano, y los cazadores sabréis que hay que a veces hay que pasar muchas horas en un puesto sin moverse demasiado. Así que el caldo caliente y el contenido de la bota hicieron efecto y el protagonista debe evacuar, deja la escopeta contra una roca, con tan mala suerte que se resbala y se le dispara en una pierna. Su amigo el cirujano le salva la vida pero no la pierna.
Al poco el infortunado cazador se presenta en su aseguradora a reclamar su indemnización con una pierna de menos. Pero la aseguradora consigue demostrar que la pierna se amputó, no había duda sobre eso, pero sin disparo anterior, y que todo había sido un fraude premeditado.
Cuando uno conoce estas historias la pequeña exageración en el siniestro, o el cambio de hurto por atraco en la declaración parecen cosas de niños.
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